En tren a Busan: viajar por la paz en Corea
28 de Octubre 2013
“Ya llegan, ya llegan”, grita una joven mujer, atisbando el tren que entra por la vía 6 de la estación de Busan. Cuando se abren las puertas, los pasajeros bajan con grandes maletas. Parecen cansados y, al mismo tiempo, increíblemente felices. Han viajado desde Berlín a Busan, veinte días de recorrido entre Europa y Asia. Su objetivo: enviar una señal contra la división de Corea y en favor de la paz en un país que fue partido en dos hace 63 años.
El “Tren de la Paz” es un proyecto que forma parte de una iniciativa por la paz del Consejo Nacional de Iglesias de Corea cuyo objetivo es concienciar acerca de la persistencia de la división de este país del este de Asia y hacer campaña en favor de su reunificación. Unos 120 participantes cubrieron una distancia de cerca de 10.500 kilómetros con un destino: la 10ª Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias. A lo largo del camino, el proyecto recibió el apoyo de varias organizaciones nacionales de iglesias.
Uno de los pasajeros que llegó a Busan el lunes por la noche fue Daniel Jung. Este alemán de 29 años recorrió todo el trayecto desde Berlín. El año pasado terminó su período de prácticas en el extranjero como vicario en Seúl, donde ayudó al Consejo Nacional de Iglesias de Corea a preparar el viaje. Algo que especialmente le ha impresionado es que en el viaje no solo participaron coreanos, sino también personas de dieciséis nacionalidades distintas. “Ha sido increíble ver cuánta gente de todo el mundo está interesada en la situación de Corea y está dispuesta a hacer algo para promover la reunificación”. Los participantes, de edades comprendidas entre los 19 y los 77 años, vinieron de países tan lejanos como Brasil, Etiopía, Indonesia o Nigeria.
Un viaje que solo se hace una vez en la vida
El trayecto empezó en Berlín, como símbolo de la Alemania reunificada, y prosiguió por Moscú e Irkutsk hasta Beijing. Los participantes, que viajaron en dos vagones y que también informaron sobre el proyecto en Facebook, primero tomaron el tren expreso de Berlín a Moscú, luego el ferrocarril transiberiano y finalmente el ferrocarril de China. En sus paradas en Moscú, Irkutsk y Beijing se reunieron con representantes de las iglesias locales. “Hay cosas más fáciles que vivir tres semanas en un espacio muy estrecho”, dice Jung entre risas, admitiendo, no obstante, que esto no le molestó. “Fue muy interesante poder conocer a tantas personas de tan distintas nacionalidades y denominaciones religiosas y con experiencias vitales tan diversas para compartir”, explica. “Fue un viaje que solo haces una vez en la vida”.
En un principio, los organizadores habían previsto que cuando los participantes llegaran a Beijing luego viajaran en avión a la capital de Corea del Norte, Pyongyang. Habían esperado obtener la luz verde de las autoridades norcoreanas hasta el último momento, pero esto no ocurrió. En lugar de ello, los participantes viajaron en tren a la ciudad china de Dandong, situada en la frontera con Corea del Norte, donde se celebró un servicio religioso con una comunidad china que también incluye a norcoreanos. Después se embarcaron en un ferry hasta el puerto surcoreano de Incheon, desde donde prosiguieron su viaje hasta Seúl en autobús. El grupo hizo el último tramo del viaje hasta Busan otra vez en tren. A pesar de que no pudieron ir a Pyongyang, los participantes no se sintieron decepcionados. “El viaje nos ha dado un impulso inicial”, observa Jung. A pesar de que la peregrinación concluyó el martes con un servicio religioso de clausura, “nuestro compromiso continúa”, añade.
Muchos de los viajeros participarán en la Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias en Busan durante los próximos días, antes de regresar a sus hogares. Los iniciadores del proyecto ya están pensando en los próximos pasos. Quieren volver a organizar el viaje el año que viene, y si es posible llegar hasta Pyongyang.